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jueves, 16 de agosto de 2012

Una mirada desolada

 


Agotada entre la intensa oscuridad de la noche, sin rumbo, sin sentido, mis piernas apenas pueden sostener el peso de mi cuerpo. Cada minuto que pasa mi mirada es más borrosa. Camino por las calles de la ciudad esperando encontrar otro lugar donde tomar la última copa del día. Se ha hecho muy tarde, tengo que  volver a casa y no debería beber más.
Me despierto y mis últimos recuerdos del anochecer, son mis labios marcados de rojo carmín en una copa de cava, que reposa junto a mí.
Ha amanecido y me espera otra discusión con mi hijo. Sé que no puedo seguir así, tengo que pedirle perdón por  beber sin parar casi cada noche, tras el fallecimiento de su padre… mi marido. Tengo que intentar ser fuerte porque él no hubiera querido verme nunca con este aspecto.
Mi hijo me necesita, vive en un mundo sin color, sin salida, dónde nadie te ayuda si no es tu familia. Sólo tus amigos verdaderos y el amor de tu familia pueden sacarte de ese mundo tan duro que abraza la drogadicción.
No sé cómo hacerlo sólo hace dos meses del terrible entierro de su padre, era fuerte muy cabezón y sobretodo muy protector con nuestro hijo. Pero ya no está, por desgracia murió de un infarto al corazón y no quiero verme  en esta situación.
 Todos los días son recuerdos en casa, no consigo dejar de pensar en el. Hemos pasado muchos baches pero siempre logramos superarlos juntos. Solo tengo fuerzas para ocultar mis penas fuera de casa sin que mi hijo pueda verme y evadirme con el alcohol, pero ya no puedo más…si yo no lucho por mi hijo ¿Quién lo va hacer?
Quiero verlo feliz, contento, alegre y con  una sonrisa en la boca todos los días. Solo eso es lo que me dará las fuerzas para seguir viviendo. Se me parte el alma cuando le veo con la boca descolocada, los ojos de poseso y esa ira por volver a consumir las malditas drogas.
Para qué centrarme  en el alcohol si ese camino también es cómo una droga. ¿Qué ejemplo voy a poder darle a mi hijo, si yo también caigo en ese terrible mundo?
Pues no... No puedo seguir así, voy a sacar a mi hijo de ese mundo tan cruel y también definido como el camino hacia la muerte.
Querido diario han pasado ocho meses de mi última escritura. Por fin puedo decir que cierro este diario feliz y con el orgullo de haber podido sacar a mi hijo de un infierno. Ahora nos valoramos y expresamos nuestros sentimientos mutuamente sin ningún tabú. Mi adorado hijo ha conocido a una muchacha y esta enamorado, tiene un trabajo estable y esa sonrisa que tantos días y sufrimientos me han costado, predomina en su rostro.
Pero  después de todo he aprendido, que luchar por lo que uno desea, vale la pena. Las fuerzas que se dejan en el intento, la vida las valora y te da toda su energía. Luchar por lo que quieres  y ayudar a los que  amamos  debe ser primordial en nuestras vidas.
Querido diario ya no puedo corresponderte más, puesto que mi historia ya se ha terminado y mis sueños he logrado. Ya no tengo miedo a morir porque sé que mi hijo ya esta curado y lo mas bonito es que está enamorado. Esperaré la llegada de mis nietos y me consuela saber que mi marido desde cielo, estará contento y orgulloso de su mujer y de su familia.
Querido diario dejo de escribir, ya todo lo malo se ha marchado de mi vida y gracias a un ángel del cielo, del cual estoy segura  que me ha arropado con su manto, mi mirada ya no es una mirada atormentada, si no, una mirada reconfortada.


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